En una entrega anterior abordamos el tema de injusticia epistémica del tipo testimonial propuesta por Miranda Fricker en su libro Injusticia Epistémica. El poder y la ética del conocimiento (2017). En esta ocasión, corresponde trabajar el segundo tipo de injusticia epistémica: hermenéutica.
La
injusticia epistémica del tipo hermenéutica puede entenderse a partir de la
participación de los diferentes grupos sociales en la construcción de
significados colectivos como, por ejemplo, en la construcción de conceptos. Los
constructos que se crean en el seno de una sociedad se hacen par entender y
explicar las prácticas sociales, no las individuales. A partir de las prácticas
colectivas cada individuo intenta comprender su propia experiencia.
De esta
forma, el grupo favorecido (por ostentar el poder, por ser mayoría o algún otro
aspecto que le confiera mayor participación en la construcción de los significados
colectivos), inclinará la balanza hacia la construcción de conceptos que le
permitan comunicar y entender las experiencias de su grupo particular. En este
proceso, las prácticas de ciertos grupos quedan en segundo plano y no se
alcanzan el desarrollo de otros grupos mejor posicionados.
DE ahí que,
cuando un individuo necesite entender su experiencia individual tendrá que
recurrir a los recursos colectivos que se hayan desarrollado hasta su momento
histórico. Cundo pertenezca al primer grupo, su experiencia podrá ser
comprendida por el individuo, podrá ser comunicada y entender por los demás. Si
el individuo pertenece al 2do grupo, no podrá entender a cabalidad su
experiencia individual, mucho comunicarla con efectividad por la carencia de
recursos (conceptos, figuras, prácticas).
En esa situación, se identifica una injusticia del tipo hermenéutica: no
existen recursos epistémicos que posibiliten el encendimiento de ciertas
experiencias de un grupo social debido a una participación desigual en la construcción
de significados.
Usando el
mismo ejemplo que presenta Fricker en su libro, pensemos en las mujeres que
sufrieron depresión postparto previo a que se desarrollara el concepto.
Simplemente, la mujer no comprendía lo que le sucedí (la tristeza luego de
tener un tan esperado hijo o hija) . Mucho menos podría expresar totalmente su
sentir y, una persona hombre o mujer que no hubiese tenido la experiencia
tampoco la comprendería. Seria esta mujer, entonces, una mala persona, una mala
madre, etc. La mujer y su alrededor recurriría los conceptos disponibles: mala
persona o loca, por ejemplo.
Cuando las
mujeres se empiezan a reunir, notan que la depresión postparto es común, en
diferentes niveles, se inicia la sensibilización tanto de las mujeres como de
los hombres respecto a este proceso postparto hasta que, al día de hoy, se
tiene los conceptos para explicar y entender la experiencia.
En este
tipo de injustica, al igual que la testimonial, el sujeto que se ve agraviado
por no comprender su experiencia no es consciente de que le hacen falta
recursos epistémicos, como tampoco lo es cociente su colectivos, es decir, no
se trata de que un colectivo intente de manera consiente evitar producir los
conceptos, teorías y demás que permitan la construcción del individuo, sino que
es un proceso inconsciente para ambos grupo hasta tanto, el grupo agraviado lo
reconoce y es capaz, de alguna de manera, de mostrarlo a todo el colectivo.
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