Una de las funciones de la educación es la de formar ciudadanos y fomentar la conciencia de individuo en la sociedad, tal como lo expone la muy aceptada teoría de Piaget, la función básica de la educación debe ser desarrollar la autonomía en el individuo. Como explican Constance Kamii y Pilar López en el artículo La autonomía como objetivo de la educación: implicaciones de la teoría de Piaget (Abril 2014, págs. 3-32), la autonomía significa desarrollar la capacidad de pensar críticamente por sí mismo, construyendo desde el interior de cada uno a través de la interacción con el medio. Sin embargo, cada día se ve una tendencia totalmente opuesta, heteronomía en palabras de Piaget, reforzado en la formación de profesionales enfocados y formados a la orden de la industria.
La pregunta obligada que se asoma: ¿es esta tendencia errónea, inadecuada, mala? Depende. Todo depende del lado que usted se encuentre. Un ejemplo de ello es considerar a los empresarios, quienes estarán de acuerdo con que la mejor decisión es educar a las personas para que sean trabajadoras, incapaces de criticar lo que sucede, más allá de lo que le muestran los medios de comunicación.
Por otro lado, los profesionales que se dedican a la investigación estarán en desacuerdo con una educación enfocada en formar personas para la competitividad del mercado, pues esta tendencia produce ciudadanos incapaces de crear un cambio y contribuir al progreso de la sociedad. Esto así porque los investigadores tienen la concepción de que la función de la educación es ser desarrolladora de la cultura y productora de agentes de cambio (ver La educación como factor de desarrollo, por Teresa Díaz Domínguez y Pedro Alfonso Alemán, Revista Virtual Católica. Julio 2007).
La buena noticia es que lo anteriormente expuesto ya fue pensado: la respuesta a la pregunta si la educación enfocada al desarrollo de las competencias que requiere la industria es buena o mala ya fue analizada, ya se filosofó al respecto, ya fueron ejecutados planes alrededor de este asunto. Edwin Santana en su artículo Los desafíos de la educación por competencia, 2019 expone:
Se pueden desarrollar competencias específicas a través de la dimensión que se ha denominado el “saber ser” que es inherente a cada dimensión que se trabaja en las aulas.
Es decir, que según esta postura se puede educar en competencias y a la vez desarrollar el pensamiento crítico en las personas, para crear ciudadanos capaces de provocar cambios en la sociedad.
A pesar de que la educación fue declarada como un derecho humano en el artículo 26 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, no todas las personas tienen acceso a una educación de calidad. En República Dominicana, por ejemplo, el acceso a la educación básica fue de un 95% para los años 2010-2011 según UNICEF (https://www.unicef.org/republicadominicana/education_25953.html). Del total de los alumnos que entran al sistema de educación formal sólo un precario 15.4% entra a la educación superior según datos ofrecidos por la ONE (https://listindiario.com/la-republica/2014/04/22/319075/solo-15-4-alumnos-logra-ingresar-a-las-universidades-de-rd).
No hay que ser sabio para deducir que la educación formal para las clases medias y bajas se corresponde con la estatal, por la dificultad que presentan los individuos de estas clases de costearse una educación privada, viéndose obligados a asumir los cambios que se dan en el sistema público sin derecho a la palabra. Y como parte de esos cambios que el pueblo acepta enmudecido, ya por ignorancia, ya por falta de alternativas, está el denominado enfoque por competencias.
La gravedad de esta situación es que la educación se ha convertido en otra de las herramientas que impide la movilidad entre las clases sociales. No queda ahí, sino que viola uno de los derechos fundamentales del ser humano, pues lo que se está ofreciendo no es educación, sino más bien, alienación. Una vez más se repite el mismo principio antiguo que reza “el hijo del zapatero debe ser zapatero, el hijo del militar ha de ser militar”, totalmente en disonancia con enunciados estatales como el siguiente, extraído de la Secretaria de Educación Pública de México:
La educación es uno de los principales factores que promueven la movilidad social, siendo la educación secundaria clave, tanto para el desarrollo de procesos cognitivos superiores como para la definición del destino de los individuos, una vez que egresan del sistema escolar.
Esto me rememora el libro de Aldous Huxley "Un mundo feliz", en el que cada individuo tiene su lugar en la sociedad y está orgulloso y alegre del lugar en que le tocó vivir, sin deseos de moverse de clase. Todo parece perfecto, al menos en el libro, donde desde la concepción de cada uno de los individuos se determinan sus potenciales, niveles de habilidades, niveles de inteligencia, se identifican los que genéticamente son superiores de los que no lo son a través del uso de tecnología genética.
Sin embargo, en nuestra sociedad, donde no disponemos de este tipo de tecnología, al menos hasta al día de hoy, corremos el riesgo (y la práctica) de idiotizar, o al menos condenar a un círculo vicioso a los futuros genios de nuestra generación, los que poseen los rasgos y la potencialidad para descubrir-crear los cambios para bien del mundo que conocemos. Partiendo, claro de que cualquier genio puede surgir de cualquier parte del mundo, de cualquier contexto social, ...
Conociendo esta realidad, ¿qué haremos? ¿cambiar el método de enseñanza y realmente educar a las personas, o continuar idiotizando para el insumo de las empresas?
Si me preguntasen a mí, diría que podemos continuar con el alienador sistema por competencias, pero con un ligero cambio, es decir, debemos incluir alternativas para esas personas de castas bajas, que pudieran realmente aportar a la sociedad. De esa manera saldremos todos beneficiados.
En conclusión, la educación que es idiotización y alienación para el individuo, debe continuar como medio de control de la sociedad, en especial para las clases bajas, que comprenden el mayor número y el grupo social con mayor nivel de violencia, y que ha demostrado ser la mano de obra ideal para el sistema capitalista en que estamos inmersos. Dejemos de esconderlo, al menos en la comunidad científica. Aceptémoslo y demos cabida a otra institución que reemplace a la actual. Tal vez pudiéramos llamar a esta nueva entidad exclusi-educación, por lo de exclusivo, pero no venderlo como educación inclusiva, porque en realidad no lo es, así como tampoco promueve la movilidad social, ni el conocimiento científico, y mucho menos abre brechas a la libertad intelectual.
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